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Durante un tiempo, las relaciones cotidianas se procuraban mantener entre los antiguos paisanos y familiares. Eso sí, se las veían y deseaban para ...

Durante un tiempo, las relaciones cotidianas se procuraban mantener entre los antiguos paisanos y familiares. Eso sí, se las veían y deseaban para localizarlos, pues les faltaban todavía los referentes espaciales tradicionales que les habían servido como puntos para identificar lugares. En la sierra, un árbol, un cruce de caminos, el apodo de quienes habitaban cada cortijillo, un pozo, un recoveco, constituían parte del plano mental de la comunidad. No así en Cerralba, donde la disposición de las viviendas y las calles y la mimética homogeneidad que éstas guardaban entre sí, dificultaban el reconocimiento toponímico. Los nombres de las calles no se empleaban: los vecinos, procedentes en su mayoría de hábitats dispersos, no habían vivido nunca en calles, de manera que acabaron por identificar una u otra casa según el lugar que ocupaban respecto de la suya propia. "Sube tres casas, tuerce a la derecha y la segunda a la izquierda, ahí está", era el modo usual para indicar la vivienda de un vecino. Los problemas de integración entre el nuevo vecindario eran cotidianos, toda vez que la trama de relaciones, con sus normas de obligaciones y derechos, no respondía a esquemas tradicionales. Y rota gran parte de la estructura que sostenía y justificaba los roles, los estatus, las afinidades y las exclusiones, trastocada definitivamente para todos los habitantes de Cerralba, los roces, o simplemente la ausencia de relaciones, impedían al principio la construcción de un sentimiento de identidad común. Y si ya resultaba difícil generar un entramado social a partir de individuos de distintas procedencias, no respondiendo los factores La liturgia del espacio 171 arquitectónico y urbanístico a esquemas cognitivos, organizativos o de comportamientos tradicionales, no sólo no lo facilitaban, sino que suponían un problema añadido, un impedimento. Paradójicamente, aún con todas las dificultades que la circunstancia imponía al respecto, fue el propio IRYDA el que empezó a jugar un cierto papel de cohesión interna en la comunidad. Y es que los problemas técnicos y de infraestructuras, tanto del pueblo como de las tierras de labor, eran tantos en un principio, que obligaban a los vecinos a superar las naturales trabas de integración, como forma de conseguir que el Instituto respondiera a las mínimas exigencias. La presencia de ese enemigo común aceleró el proceso. Las viviendas son -como lo es el pueblo, como lo es todo el plan de colonización- reflejo de una manera de entender la familia, la sociedad, la economía, la política. El proyecto estaba enmarcado en principios de carácter tecnocrático propios de la época en la que fue concebido y ejecutado. Las casas, todas iguales, adosadas de dos en dos, eran la materialización de una determinada racionalidad en la que se sustentaron los técnicos del Instituto para planificarlas y ejecutarlas; pero no encajaban con el esquema - arquitectónico, semántico y moral- de las viviendas serranas. El desconcierto que tal desajuste provocaba en los primeros meses de adaptación se hacía patente en los más mínimos detalles cotidianos, por la inadecuación de dicho entorno con el sistema organizativo y cognitivo de sus usuarios. En Cerralba, el esquema de la nueva vivienda estaba basado fundamentalmente en una idea de funcionalidad, que, según los técnicos del proyecto, respondía fielmente a una forma de Francisco Sánchez Pérez 172 organización de la familia, y una organización económica determinadas. Se entendía, así, que los espacios destinados para el almacenamiento de los productos del campo, los aperos de labranza, la cuadra, el corral y el cobertizo para la maquinaria agrícola, cumplían mejor su función en lo que los arquitectos habían considerado como la parte trasera de la vivienda. Semejante ubicación no venía explicada por esquemas cognitivos como el constituido por valores tales como lo masculino, lo femenino, el valor, la honra, el poder, etc., sino por el planteamiento -muy al uso en esta época- que ordenaba toda la realidad sociocultural en base a las ideas de infraestructura, estructura y superestructura. Tal y como trataba de justificar un sociólogo relacionado con el IRYDA, los espacios relativos a la reproducción económica de la unidad familiar -el patio y el corral-, tenían que estar localizados en un lugar opuesto a los "espacios superestructurales", que eran el salón y los relativos al ocio y las relaciones sociales. Por supuesto, y siguiendo dicho esquema, los espacios propios de la familia estaban integrados en la vivienda, entre los dos anteriores: la cocina, el cuarto de baño, los dormitorios y el salón de estar. El orden de las distintas piezas reproducía fielmente la lógica tecnocrática: la cocina cercana al patio, los dormitorios entre aquélla y el salón de estar, y éste lindando con la calle, es decir, con el espacio social, siguiendo un aparente principio de funcionalidad; pero -y esto constituía parte del problema de adopción del nuevo entorno por los colonos-, más bien respondían a una determinada concepción de las cosas: la del mundo pequeño-burgués al que pertenecían los propios técnicos del Instituto, obviamente diferente al de los La liturgia del espacio 173 lugareños. No es que cupiera distinguir dos universos mentales autónomos y opuestos - el de los serranos y el del Instituto-; pero había aspectos divergentes de uno y otro discurso espacial que, materializados en la arquitectura y el urbanismo, uno originado en la sierra, el otro plasmado en el valle, eran generadores de conflicto y fuente de dificultades en el momento en que se confrontaron. Los colonos no captaban bien el contenido del discurso arquitectónico y urbanístico del nuevo entorno. Un contenido que les era dado, impuesto, y con el que se sentían poco identificados: carecía de la coherencia lógica del que hasta ese momento había sido ordenador de su universo mental y moral. Se había trastocado la sintaxis articuladora del espacio de la vivienda serrana y aplicado a la del valle otra distinta que obedecía a reglas gramaticales ajenas. Así, por ejemplo, la pieza dedicada a sala de estar y recibidor, situada junto a la entrada principal, en algunos casos era utilizada como alcoba, cuando el número de miembros de la familia sobrepasaba las posibilidades de los tres dormitorios que había en la casa. Al fin y al cabo, se trataba de una pieza sin sentido para ellos, tal y como era concebida en los planos, pues en sus relaciones sociales no entraba la posibilidad de recibir visitas de carácter formal, y las que recibían, dada la proximidad cotidiana, cuando no de parentesco, pasaban directamente a la cocina por el patio. Fue, por el contrario, la cocina, que tenía el tamaño suficiente para acoger a la familia y algún que otro visitante esporádico, la que se constituyó en el centro de reunión, donde se desarrollaban actividades diarias tales como comer, estudiar, ver la televisión, las labores caseras o simplemente estar junto al "humero". Cuando lo que los arquitectos habían impuesto como salón Francisco Sánchez Pérez 174 de estar no estaba ocupado por camas, la familia hacía un esfuerzo económico y, buscando reproducir el esquema de vivienda de clase media urbana -que era el modelo de referencia de la administración para la organización interior- ponía un tresillo, un comedor y algún que otro cuadro incluido en el lote del mobiliario, pasando a ser una pieza que durante un tiempo -lo que tardaran en urbanizarse los comportamientos sociales- iba a permanecer vacía. Entrar o salir a la casa por la puerta "principal" constituía un acto cuando menos raro, pues lo "normal" era hacerlo por el portón trasero, siempre abierto, y punto de trasiego de componentes de la familia y vecinos. Si a algún niño se le ocurría llamar al timbre de la puerta principal, inmediatamente era reprendido por hacer que alguien tuviera que ir desde la cocina a abrir, cuando fácilmente podía dar la vuelta y entrar por el patio. Y es que la idea de casa de los colonos, al menos durante un tiempo, no contaría con una puerta que, en su concepción original y su plasmación arquitectónica, respondía a un modelo de familia y de relación social que les era ajena. En sociedades más complejas y heterogéneas que la que ellos integraban, como podían ser los grandes pueblos del valle, el salón de estar funciona como un indicador del estatus de la familia, en el que se reciben a las personas de similar o superior categoría; nunca a las de un estamento inferior, confirmando de esta manera la pertenencia de clase dentro de la comunidad. Pero, en una sociedad tan homogénea desde el punto de vista socioeconóm

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La Liturgia del Espacio
188 pag.

Liturgia Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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